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Resurrección

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Queridos diocesanos:

La resurrección de Jesús cambió el orden y la concatenación de los hechos que condujeron a su muerte, evolucionando de una forma imprevista por los que ejecutaron a Jesús, pero también por sus seguidores. La polémica provocada por la resurrección de Jesús es ya expresión del desacuerdo sobre el destino del cadáver del Crucificado apenas al alba del domingo que siguió a su sepultura “en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie aún había sido sepultado” (Lucas 23,53). De ello da testimonio el evangelista, que narra cómo los adversarios de Jesús fueron a pedir a Pilato que pusiera guardia en el sepulcro por temor a que sus discípulos robaran el cuerpo sin vida de Jesús “y luego digan al pueblo que ha resucitado” (Mateo 27,64).

Ya en los tiempos modernos, desde la Ilustración esta polémica evangélica adquirió forma propia y el racionalismo de los críticos atribuyó a una impostura, explicable por lo demás desde el análisis de la psicología de los discípulos, el éxito de la predicación y la expansión del cristianismo. Más recientemente, en la primera mitad del siglo XX se desarrolló una interpretación de la muerte y resurrección de Jesús como un «acontecimiento de fe» que habría ocurrido en el interior de los discípulos, los cuales propagaron esta fe mediante la predicación, prolongada en la Iglesia de generación de creyentes en generación, y convirtiendo en historia lo que sólo sería lenguaje, es decir, una manera de hablar sobre la revelación divina ocurrida en el misterio pascual de Cristo.

Se han sucedido así versiones diversas sobre la génesis y desarrollo de la fe de los discípulos dando lugar a la fe cristiana en la resurrección, considerando los críticos de la narración evangélica que el sepulcro vacío y las apariciones del Resucitado expresan fundamentalmente, en un lenguaje no exento de simbolismo, una experiencia religiosa fundada, ciertamente, en la pasión y muerte de Jesús, pero entregada a la fe subjetiva del que cree como comprensión del significado de su muerte: que Dios ha perdonado los pecados del mundo. Según esto, es el valor de salvación que tiene la muerte de Jesús lo que se quiere decir cuando se afirma que Jesús ha resucitado, punto de partida de una nueva forma de vivir ante Dios gracias a Jesús.

Si las cosas fueran así, le estaríamos pidiendo a la historia de Jesús un significado y un valor que, en realidad, sería bien difícil sostener ante el juicio crítico de la razón humana. Por esto, Benedicto XVI nos recuerda que sería bien difícil que los apóstoles y discípulos de Jesús hubieran podido llegar a creer en la resurrección de Jesús teniendo delante su cadáver. Sin embargo, la crónica evangélica dice todo lo contrario: que fueron los hechos desconcertantes del sepulcro vacío y de las apariciones de Jesús (aunque tienen, sin duda, un valor diferente cada uno de estos hechos) los que dieron fundamento a la fe en la resurrección. Esta fe hubiera sido imposible para aquellos desconcertados discípulos, los hombres que fueron sus apóstoles y que él había elegido para estar y colaborar con él junto con los discípulos y seguidores más cercanos entre los que se encontraban las mujeres de las que da cuenta el Evangelio, algunos de cuyos nombres nos son familiares.

Sí, es un hecho cierto que Jesús resucitó porque Dios no puede morir y su Hijo eterno, persona divina humanada por nosotros, vencía la muerte por el Espíritu Santo que poseía impidiendo que el Justo conociera la corrupción del sepulcro. Fue la consistencia de los hechos la que generó la fe y el bautismo en el nombre de Cristo de cuantos recibieron desde el principio de la predicación apostólica como la buena nueva de la salvación. Los adversarios de la fe cristiana tienen que enfrentarse hoy igual que ayer con los orígenes de la fe, pero sólo el encuentro con Jesucristo, glorificado por el Padre y vivo para siempre, puede llevar a la fe a cuantos sin prejuicios se dejan interpelar por la noticia que desasosiega y al mismo tiempo trae la paz: Sí era verdad. Jesús ha resucitado y se ha aparecido a Simón y los Onces. Lo han visto María Magdalena y las santas mujeres, e incluso Pablo se ha encontrado con él en el camino de Damasco.

Feliz Pascua de Resurrección a todos los diocesanos.

Con mi afecto y bendición.

Adolfo González Montes, Obispo de Almería

Escrito por Redacción TAN! en 23 abr 2011. Archivado bajo La Ventana de la Fe, Opinión, Semana Santa 2011.
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