El sacerdote: otro Cristo en la Tierra
En los medios de comunicación y en las redes sociales durante esta Cuaresma y Semana Santa hemos participado y visualizado como ha estado presente en nuestros templos, en las sedes canónicas de las Hermandades y Cofradías, todo lo concerniente a la piedad popular católica, elogiando el fervor y la devoción de miles de fieles y ciudadanos que se han acercado a venerar a las imágenes sagradas y en bastantes ocasiones participar de forma activa en los actos litúrgicos organizados.
Pero casi siempre, no siempre, queda al margen de la literatura cofrade, de la comunidad cofrade, una de las personas imprescindibles para que esa realidad religiosa, esta piedad popular, impregne los corazones y las almas de cuantas personas se acercan a las iglesias o conventos. Me estoy refiriendo al clero, a los obispos, sacerdotes y diáconos, especialmente, a los presbíteros, quienes como directores espirituales de estas asociaciones pías, incardinadas en la Iglesia Católica, con vocación sacerdotal nos guían y presiden al pueblo fiel cristiano a través de los diferentes Sacramentos.
Nos decía san Josemaría Escrivá de Balaguer en el librito Camino: El Sacerdote —quien sea— es siempre otro Cristo. ¿Cómo no vamos a rezar por nosotros pastores y veamos en ellos la voz del Señor? Muchos de ellos vinculados a las cofradías como hermanos-cofrades participando con antifaz y hábito penitencial en los cortejos procesionales.
No podríamos entender un Jueves Santo, un Viernes Santo y un Domingo de Resurrección sin la presencia de un cura investido con los atributos eclesiales por ser la afirmación constante de Dios desde la última Cena de Jesús y la afirmación del Amor de Dios a la humanidad desde el propio Calvario. Aunque hayamos avanzado a nivel académico y profesional, a pesar de estos momentos críticos a nivel socio-económico y sanitario, solo los sacerdotes con la ayuda del Espíritu Santo pueden educar en la verdad y autenticidad evangélica a las almas de todos los fieles, pero, especialmente, las de los cofrades por testimoniar nuestro apostolado a pie de calle con las Estaciones de Penitencia o procesiones de Alabanza.
Conversar en un confesionario con un cura revestido de alba y estola morada o sotana, roquete y estola, es algo tan espiritual, tan íntimo, que solo quien lo ha hecho a conciencia puede expresar el don divino que le asisten a estos hombres de Dios, por ser los únicos que pueden con la santidad, curar las heridas de los corazones y de las almas, y endulzar el dolor humano en los momentos más dramáticos de la vida terrenal.
Las Cofradías sin sacerdotes no serían posible, serían como otros movimientos del tejido asociativo cultural, pero no llevarían la impronta de ser obras de Dios, que a través de los sacerdotes hacen que sus hermanos se sientan miembros activos de la Iglesia de Cristo, por recaer sobre ellos, mediadores de Jesús, la misión perpetua de hacer visible la obra de la verdad, la misericordia y de salvación que supuso la Resurrección del Hijo del Hombre tras su muerte en la Cruz del Calvario.
En este año Josefino, declarado por la Papa Francisco, y ante la efigie sagrada de san José, que recientemente se ha colocado en la rotonda de la carretera AL-3200, que da acceso a la Universidad de Almería, por la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, Asociación Providentia y la colaboración de la Agrupación de Cofradías, recemos en este día de silencio, austeridad y sobriedad del Viernes Santo ante la adoración a la Santa Cruz para que nunca nos falten sacerdotes santos y misioneros, que nos puedan servir de modelos y de estímulo en nuestra vida cofrade, que es un plus más para nuestra vida cristiana en medio de la sociedad civil.
Fuente:
-Rafael Leopoldo Aguilera Martínez Oña-