Los corruptores
En estos días que se cuentan por escándalos relacionados con casos de corrupción se observa en los medios una curiosa anomalía: todos los golpes son contra los corruptos (políticos), muy pocos contra los corruptores (empresarios). Las referencias a los empresarios que van tras el negocio de las contratas de obra pública o de la concesión de determinados servicios públicos aparecen, por decirlo así, en letra pequeña. Probablemente no estamos ante una protección deliberada. Pero es lo que hay.
Y no es justo. El político está obligado a proceder con honradez en todos sus actos, pero, a su vez, el empresario que se le acerca para allegar ventaja en sus tratos con la Administración no está exonerado de actuar con probidad. Cuando no lo hace, cuando su nombre acaba en los sumarios de casos de corrupción, no debería gozar de cierta opacidad en las reseñas periodísticas que dan cuenta de las andanzas prevaricadoras o corruptas de determinados políticos.
De las presuntas o juzgadas actuaciones delictivas de Jaume Matas, ex presidente de Baleares, se sabe casi todo, pero, ¿alguien recuerda el nombre del empresario relacionado con el mundo de la publicidad que según el sumario judicial abierto por el caso “Palma Arena” estaba detrás de la presunta financiación en “B” del Partido Popular? ¿Y en el caso abierto contra el PP nacional, investigado como partido por las obras realizadas en su sede madrileña y presuntamente pagadas con dinero negro procedente de las donaciones de una empresa constructora?
¿O en el caso de los ERES de Andalucía? La famosa partida “31 L”, con sus más de 650 millones de euros destinados a pagar expedientes de regulación de empleo fraudulentos de los que, presuntamente, se lucraron ilícitamente desde algún empresario de minas onubense a ciertos bodegueros jerezanos. ¿Alguien recuerda sus nombres? La convicción popular de que tan corrupto es el que da como el que toma, se ha quedado anticuada. Salvo honrosas excepciones, ahora, lo que se despliega sobre los corruptores es el impagable manto de la letra pequeña de las crónicas cuando no la omisión de su responsabilidad en las tramas de corrupción. Feo asunto.
-Fermín Bocos-