Una sociedad en crisis I
“La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer.”
Bertolt Brecht
Dramaturgo y poeta alemán
Es un hecho constatable que España está atravesando la peor de sus crisis de sus últimos cuarenta años. Parece que hemos perdido la brújula y en estos momentos somos una nave a la deriva a merced de la voluntad de los osados, los ignorantes, los oportunistas, los jugadores de ventaja sin escrúpulos.
En el cuaderno de bitácora de algunos, solo hay escritas cuatro palabras: “El asalto —que no la conquista— del poder”. Y ello, cueste lo que cueste y a quien le cueste.
Es claro y manifiesto que el debate de las ideas se ha visto arrollado por la fuerza incontrolada de las ambiciones personalistas y de grupo. Y no es menos evidente la incomparecencia intelectual de quienes por su propia naturaleza estarían obligados a defender el discurso del conocimiento, la razón y la reflexión, fuentes de la lucidez de los pueblos.
La incomparecencia de los intelectuales ha provocado la falta de un Norte colectivo como sociedad, un vacío que nos ha sumido en la permanente improvisación, y ello significa olvidarnos de quienes somos, de nuestra historia, de nuestros logros, de tus nuestros errores, y de la consecuencia de todo ello nace una manifiesta incapacidad para extraer, de todo ese inmenso caudal de experiencias, de enseñanzas, el análisis ponderado que nos muestre el camino adecuado para seguir en la senda del enriquecimiento científico, cultural, económico y sobre todo de valores humanos que nos proporcionen el auténtico perfeccionamiento como personas, que nada tiene que ver con el embaucador pero falso progresismo que constantemente ofrece la izquierda. Vivir al día significa olvidarnos de las verdaderas causas que originan los problemas que nos afectan cotidianamente y de este modo, nunca acabaremos con ellos. Quizá sea eso lo que se pretende para justificar la razón de ser de ideologías demostradamente fracasadas.
Necesitamos reflexionar sobre el origen de las cosas en lugar de poner parches que nunca curarán la enfermedad. Es como si al que tiene un dolor, le recetan un calmante sin detenerse a investigar la causa que lo origina. Es posible que el dolor desaparezca momentáneamente, pero hará su aparición más adelante, porque la enfermedad, esa sí que sigue el camino de su propio progreso. Estamos, como el avestruz, escondiendo la cabeza debajo del ala, para no fijar nuestra mirada en los problemas verdaderamente importantes que se nos van a presentar en la próxima década, como es la falta de cohesión en valores, una natalidad decreciente frente a una mayor expectativa de vida de la población actual, una inmigración que resultará incontenible, una degradación de nuestro medio ambiental que producirá estragos.
El verdadero debate que se nos avecina en el futuro, no va a ser entre partidos, ni entre ideologías, sino que lo que se va a poner en cuestión es el futuro modelo de sociedad que podamos darnos y sostener.
Hemos llegado a esta situación porque el deseo del estado de bienestar, que puede ser una aspiración muy legítima, nos ha situado en una actitud de confortabilidad en la que solo nos interesan los derechos, a veces falsos derechos, ignorando que a cada derecho siempre le es inherente una obligación.
Entre esas obligaciones hace tiempo que hemos obviado el respeto a la vida, a la dignidad de la persona y a nosotros mismos. Esto es un hecho que se ha generalizado y de ese proceloso mar fluyen los miles de casos de corrupción en los que está inmersa nuestra sociedad. Es muchísima la gente que ha aceptado el “todo vale” y cada uno defrauda en la medida en que puede hacerlo, porque tan corrupto es el que sustrae una cifra importante, como el que pide abonar un servicio sin factura para no tener que pagar el IVA. No puede servir de excusa el decir que si lo hace el de arriba, ¿Por qué no lo voy a hacer yo? Es falso pensar que la crisis está asentada en las instituciones. A las instituciones les dan vida las personas que las integran y como lamentablemente, la crisis se ha implantado en nosotros mismos, lo que se precisa es un cambio de actitud personal. Nos abochornan las noticias que nos llegan cada día y somos una gran mayoría los que pensamos que nuestra sociedad tiene que cambiar, pero la sociedad la componemos todos y cada uno de nosotros. Nunca será posible ese cambio, sino empieza por nosotros mismos.
César Valdeolmillos Alonso
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