La baja audiencia del Rey
Ni siquiera los más monárquicos, que algunos aún haylos, pudieron sentirse satisfechos con el mensaje del monarca.
Dos millones de espectadores ha perdido por lo visto en los últimos tiempos el discurso navideño del Rey. La pasada Nochebuena el batacazo en términos de share fue morrocotudo y debería de hacer reflexionar a una Casa Real que de un tiempo a esta parte no da una. El discurso, criticado pero poco, resultó anodino y aburrido. No decepcionó a quienes nada esperábamos.
Mientras España, inmersa en una brutal crisis política y económica y con el êthos de la nación destruido, se descompone a toda velocidad, sometida a un órdago de los nacionalismos –por ahora el catalán, en breve se unirá el vasco y ya veremos qué camino siguen Andalucía y Galicia-, Su Majestad sigue apelando al consenso socialdemócrata de 1978 que tan nefastos resultados ha traído a una España quebrada y desmoralizada pero tan bien le ha ido a las oligarquías, al sistema.
Porque eso es lo que hizo el Rey. Dejar pasar la oportunidad, una vez más, para llamar poner fin a la situación política en que España lleva más de un siglo inmersa –la discusión sobre el territorio es continua-, para hacer el discurso de la corrección política. Hablando se entiende la gente, vino a repetir.
Ni siquiera los más monárquicos, que algunos aún haylos, pudieron sentirse satisfechos con el mensaje. Sí el Sistema. El mensaje inane del Rey podría suscribirlo cualquiera: desde Zapatero hasta Rajoy, pasando por un niño de primaria. Vamos a ser amigos. Pues vale. Con la que está cayendo.
Lo cierto es que a los españoles cada vez les interesa menos lo que el Jefe del Estado, pues tal es su papel, tiene que decir. Lo consideran, con razón, parte de la clase política y la desafección de la gente de a pie hacia ésta sigue en aumento. Si a esto le sumamos el escándalo Urdangarín, una broma comparado con el escandalazo multimillonario de los ”niños de Pujol”, tan defendidos por PRISA, además de errores de bulto como aquella petición de perdón real que muestra que o bien el Rey renunció conscientemente aquél día a su maiestas o bien que considera, con razón, que el pueblo español no se daría cuenta de la patada al cuerpo doctrinal de la Monarquía que tal acto supuso, al final la Jefatura del Estado ha quedado reducida ante los ojos del respetable a un papel de personajes del papel couché y poco más.
España necesita con urgencia ir a un proceso constituyente. Y ahí el Jefe del Estado sabe que todo, incluso su Corona, se pondrá en discusión. Por tanto, ha decidido dormir al poco personal que aún le sigue en Nochebuena, y eso aún antes de cenar. Qué crueldad.
-Almudena Negro-
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