Sin profesores y sin médicos
En los próximos años se van a jubilar 70.000 médicos y otros 70.000 profesores, la generación del baby boom. En teoría no debería haber ningún problema porque hay que pensar que los gobernantes que tenemos y los que hemos tenido habrán sido conscientes del problema y habrán previsto las soluciones oportunas. Más todavía cuando tenemos millón y medio de estudiantes universitarios, unas notas de selectividad que regulan al acceso a determinadas profesiones, unos estudios de prospectiva sólidos y herramientas de marketing ya probadas para incentivar determinados estudios. Tampoco parece posible que suceda lo que me pasó con un ministro de Educación hace décadas cuando le pregunté si hablaba con su colega de Trabajo para adecuar la enseñanza universitaria al mercado de trabajo. El entonces titular de Educación, que era un gran catedrático, me respondió que “el ministro de Educación no tiene nada que hablar con el de Trabajo”. Textual.
Lamentablemente pienso que la actual ministra de Educación –mucho más preocupada por asfixiar a la enseñanza concertada y acabar con cualquier reforma del PP que por la educación– y el de Investigación, del que no conozco más que una decisión acertada, tampoco hablan con su colega de Trabajo. Y que no hay estudios del mercado laboral en terrenos tan decisivos como la medicina o el profesorado ni planes para incentivar que tengamos los mejores médicos –los que tenemos hoy, gracias al MIR, tal vez algo obsoleto, son excelentes– ni, mucho menos, los mejores profesores porque su formación sigue basándose en criterios del siglo XIX y porque ser profesor hoy significa estar sometido permanentemente a un salario bajo, a una carrera profesional no estructurada, a ningún incentivo y, además, les han despojado de la autoridad moral que les era consustancial.
El acceso a la profesión de médico está limitado por el sistema MIR y por unos estudios que, entre la carrera y las prácticas, duran 10 años. Eso garantiza que tenemos unos profesionales excelentes, aunque, ahora mismo hay 5.000 titulados en Medicina que no han cursado el MIR o no lo han aprobado y por tanto, ni tienen especialidad reconocida ni pueden trabajar en la sanidad pública, por lo que tenemos que importar médicos extranjeros aunque, en ocasiones somos exportadores de profesionales sanitarios, por ejemplo a Inglaterra, donde les valoran más y les pagan mejor. El resumen es que no tenemos pediatras ni médicos de familia, dos de las especialidades indispensables y con mayor demanda y se calcula que si se forman 5.500 médicos al año –son casi 7.000, pero 2.000 plazas están reservadas a médicos extranjeros que vienen a España a hacer la residencia y luego regresan a sus países–, en poco tiempo el déficit será de 15.000 médicos. Es posible que en las grandes ciudades haya más colas, pero en el medio rural no habrá médicos. Y en todos una peor atención y unos profesionales más quemados. Así de simple.
En cuanto a los profesores, todavía peor. Ni tenemos los mejores ni les damos herramientas para elevar el nivel de nuestros estudiantes. Al revés. Formamos profesionales con arreglo a la vieja escuela, no los reciclamos, les pagamos mal y les exigimos que no tengan problemas, aunque desciendan los resultados. Es decir, les invitamos a que aguanten todo sin levantar la voz.
-Francisco Muro de Iscar-
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