El destino, tal vez inevitable, de Susana Díaz
Susana Díaz no ha sabido encajar su derrota, aferrándose, lo que es comprensible, pero es un error, a que su partido, el PSOE, fue el más votado en Andalucía. Llegar el primero en una competición por equipos puede ser un motivo de satisfacción personal, pero vale de poco si el resto de los equipos contrarios suma más puntos. No ha aceptado con deportividad que alguien la sustituya en el sillón del palacio de San Telmo, y ha acudido, en el debate de investidura, a descalificaciones de sal gorda, insultando como ‘machistas’, ‘ultraderechistas’ y franquistas a quienes ahora van a ocupar el poder. Debería saber que la desmesura se torno en boomerang que cae en la cabeza de quien lo lanza: conozco desde hace algún tiempo a Juan Manuel Moreno Bonilla y sé de su talante mesurado, muy alejado, desde luego, de los planteamientos de sus ‘socios a la fuerza’ en Vox. Puede, si le dejan unos y otros, regenerar muchas cosas, acompañado de figuras de la valía indudable de Juan Marín.
Ni creo ni deseo que este lance adverso en las urnas signifique el fin político de Susana Díaz. Por mucha ojeriza que la tengan los habitantes de Ferraz, lo cierto es que, hoy por hoy, no se avizora a nadie con mayores posibilidades de ejercer la oposición al ‘frente conservador’ que ella misma, quizá acompañada de gentes sensatas que representen a un socialismo que ya nada tiene que ver con el que hace treinta y seis años conquistó la Junta andaluza y treinta y siete se hizo con el Gobierno de España con Felipe González al frente.
Estuve este jueves en un desayuno de Europa Press con el ministro de Agricultura, Luis Planas, que es sin duda uno de los miembros más solventes del Ejecutivo de Pedro Sánchez y que fue, en su día, oponente de Susana Díaz por la candidatura en las elecciones autonómicas. Le pregunté si, con él al frente de la Junta, se habrían ganado con mayor amplitud las elecciones y no se hubiese perdido el Gobierno andaluz. Fue, como siempre le ocurre, cauto en su respuesta: “Susana Díaz debe liderar ahora la oposición en Andalucía; lo que ocurra después es un punto de reflexión”. Porque, añadió, cuando se está en la oposición hay que recuperar la confianza de los electores. Prudente, sí, pero se le entiende todo cuando quiere: no en vano Planas estuvo a punto de dirigir los servicios secretos del país, como intentó nombrarle Zapatero con la oposición del entonces ministro de Defensa, José Bono, que quería colocar, y colocó, al frente del ‘espionaje’ a alguien que le era muy próximo… y mucho peor que Planas, sin la menor duda..
Hablé luego, tras el desayuno, con algunos socialistas andaluces, alguno de ellos del muy minoritario sector crítico, que admitieron como plausible la idea –“provocadora”, me dijo uno– de que ahora la señora Díaz encabece una suerte de ‘oposición interna’ a Pedro Sánchez, a semejanza de lo que ha ocurrido a veces en el laborismo británico y en otros partidos socialdemócratas. Sería una espléndida salida para la ya ex presidenta andaluza, una ‘autopatada hacia arriba’, valga la expresión, que podría resultar muy útil para moderar algunos excesos de un Gobierno, el de Sánchez, instalado en la satisfacción por haberse conocido. No sé si, tras la pataleta evidenciada en la sesión de investidura, una obviamente debilitada Susana Díaz será capaz de asumir un papel semejante, adecuando las recetas de la izquierda a lo que la sociedad de 2020 realmente reclama de ella. Y lo que me parece que reclama no es un Ejecutivo ‘gauchiste’ con aliados por la supervivencia que son, en realidad, muy extraños compañeros de cama.
Pero yo, al menos, no creo que Susana Díaz sea un juguete roto, ni menos una víctima de una ‘derechona’ con la que realmente tampoco tiene mucho que ver, al menos Juan Manuel Moreno –otros de los que le han dado el voto quizá sí–, con los arquetipos del ‘señorito andaluz’, machista y xenófobo, con los que la ya ex presidenta y aún no ex lideresa los quiso presentar tras su derrota. Esa, me parece, señora Díaz, no es la dirección correcta de la reflexión a fondo que ahora se le reclama, que usted misma se reclama.
-Fernando Jáuregui-