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Bien y mal

Estamos enfrascados en un ajetreo del saber que se las trae. Por enigmáticos, cuando no sabemos cuando no sabemos la ubicación exacta de la ignorancia. Por peligrosos, cuando le atribuimos al conocimiento una firmeza endeble e imprecisa. Si nos abstenemos de valoraciones, todavía empeoramos el panorama, porque las asumimos todas sin el control de ninguna. Si nos da por presumir, adoptamos en realidad la pose de la LUCIDEZ, que por ostentosa e infundada , se transforma en agresiva e incluso tenebrosa.. Estamos metidos de lleno en las conjeturas; de lo que creemos saber, de lo que hacemos con desfachatez o del servicio aventurero.

Nadie controla el fiel de la balanza. Acaso sea por no ser cuestión de balanzas con pesas calibradas de antemano. El hilo es muy fino, con enorme riesgo de romperse en esas tensiones entre las bondades y las maldades; de hecho, siempre se trata de unas andanzas aventuradas, expuestas a variaciones contradictorias. A ver si con tanto desparpajo sin fundamento, los peores registros vendrán de las actitudes PRESUNTUOSAS de los portadores de aquella lucidez citada. Nadie dispone de las respuestas completas. Por eso los planteamientos son inquietantes- Debido a la indecisión, la pasividad de los pusilánimes o por la necedad de las respuestas encumbradas pero falseadas.

Aunque el bien y el mal parezcan bien diferenciados, discurren por senderos con estrechos límites favorecedores de las desviaciones equívocas conducentes a destinos indeseados. Movidos por injusticias, agotamientos, melancolías o meras inclinaciones, podemos recluirnos en la MEMORIA como reducto existencial aceptable. Empecinados en esa actitud olvidamos el carácter parcial, sectorial, de la memoria, reducida así a las impresiones propias, incompleta por naturaleza. Siendo así, que dichos recuerdos activados adquieren su valor cuando son aplicados a los proyectos comunes elaborados racionalmente con miras a las óptimas condiciones posteriores, Es lo que va de la memoria disgregadora a la memoria constructiva.

Ahora, la consideración sobre el mal ya no atiende a razones ni sentimientos, vivimos en épocas modernas que sobrepasaron las filosofías. Hemos progresado hasta en eso. El problema del mal se ciñe a un asunto de CUANTIFICACIONES variables, adaptadas para la función controladora de los algoritmos cibernéticos. Dejando las razones aparte, sin las reflexiones oportunas, será la cantidad de pronunciamientos individuales quien dilucidará el umbral de la supuesta maldad. También es importante la cantidad de afectados y su rango social. La movida numérica suplanta a los conceptos violentados.

Estos aires cuantitativos impregnan las respuestas comunitarias sin la mediación reflexiva para la FILTRACIÓN de intereses sectoriales, discernimiento de las pruebas, cómplices, pasividad institucional o tolerancias degradantes. Mientras evolucionan un tanto deslavazados estos debates colaterales observamos la enorme presencia de los males y en sitios que con anterioridad no habiamos observado. La disyuntiva es rotunda, la predominancia de los impulsos numéricos, frente al debate de las razones; nos sitúa ante una decisión operativa que resultará crucial para la prevención, el buen gobierno y la convivencia gratificante.

Las grandes frases sobre el mal pienso que no favorecen su comprensión, ni tampoco su evitación. Aunque provengan de mentes cultivadas preocupadas por sus consecuencias, iglesias, filósofos, gobernantes, referencias al Holocausto, masacres o torturas estridentes; ejercen una labor distractora en cuanto al verdadero orígen del mal. Lo digo pensando sobre todo en el que denomino mal subyacente de las CERCANÍAS. El configurado en los alientos del individuo, en su casa, entre la gente próxima, constituyendo un semillero nauseabundo por solapado. Hay situaciones para mejor apreciarlos en los entornos de ciertos comportamientos tremendos. Barriadas filoetarras, asociados a los xenófobos, asesinos, violadores, corruptos, etc.

El mal invade los colectivos de manera subrepticia, infiltra tentáculos bajo formas soterradas con una tenacidad diabólica. Piensen en las antiguas inquisiciones, limpiezas ideológicas, pero nos sobran ejemplos actuales sin necesidad de los remotos. En Euskadi siguen los homenajes a asesinos etarras, se silencian los apoyos clericales. Los numerosos conocedores de la corrupción en partidos e instituciones suenan a complicidad y clientelismo. Los distractores de los razonamientos proliferan en las redes informativas. Actúan como potentes SANTUARIOS maléficos con sucias tramas de encubrimiento. El número de muñidores no es un argumento atenuante; si acaso, indicativo de estupidez degenerativa.

En momentos con tantas maldades, experimentamos una paradoja alarmante. Por una parte es sencilla su percepción, cualquiera las detecta sin exigencias rebuscadas; contrastando con las escasas para evitarlas. Estamos empeñados en desdeñar esa sencillez expresiva, optando por las consideraciones intrincadas. Ese conocimiento de lo que no está bien, presenta unos rasgos muy elementales. Somos las personas quienes aportamos la perversidad, cuando elaboramos mecanismos ENREVESADOS, dejando activada la pregunta sobre la tolerancia del mal, de sus causantes, de sus abundantes cómplices. Hablar en abstracto desvía la cuestión, nos aleja de las actitudes concretas, de su grado de responsabilidad.

Al efecto esclarecedor de estas distinciones tan importantes, disponemos de suficientes luces para iluminar los buenos caminos, evitando los pedregales cizañosos. Sin embargo, desconozco el arte elegido mediante el cual se produce casi siempre la DISTORSIÓN direccional. El mal solemos contemplarlo de manera exclusiva en direcciones centrífugas. Hacia los adentros no suele detectarse como tal. Esas distorsiones culminan en los entresijos de determinados colectivos, las personas concretas aparentando bondades y las perversidades se atribuyen al sistema. En los casos aislados tembién hay de todo. Pero los conceptos desvencijados y las prácticas extienden sus garfios por sectores comunitarios impensados.

La deducción parece lógica, la lucidez es tan potente como parecía; pero no es suficiente sólo con esa claridad si no añadimos el acopio coherente de otras cualidades en un ejercicio responsable en medio de luces y sombras. Al menos, las luces de EMERGENCIA deberían permanecer encendidas, porque se han demostrado insuficientes los simples razonamientos teóricos ante los requerimientos de cada ocasión.

Estamos ante un producto circulante de una densidad variable, con OSCILACIONES extremosas, cargado de matices sobrecogedores. El bien tiene también sus complejidades. Ambos con una doble versión estructural. La de las actuaciones percibidas por todo el mundo, la de los factores ocultos, subyacente, por naturaleza o por intenciones desconocidas. La labor de deslinde exige una atención despierta debido a los detalles imprecisos. En lo bueno hallamos desviaciones maliciosas y en lo malo algo bueno; en situaciones de por sí inestables, circunstancia que añade nuevas dificultades.

-Rafael Pérez Ortolá-

Escrito por en 26 Ago 2018. Archivado bajo Opinión.
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