Más que palabras- Conciliación y circo
“Ni Patxi López ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias ni nadie. Fue Diego, el hijo de Carolina Bescansa, el protagonista indiscutible de la apertura de las Cortes en la XI legislatura”. De este modo, más o menos, empezaron la mayoría de las crónicas escritas por los colegas de los distintos periódicos. La diputada de Podemos, madre soltera de dos niños, llevo a su bebé de seis meses al hemiciclo, le dio de mamar y depósito su voto con el pequeño en brazos. El niño, pasó de mano en mano durante las seis horas que duro la sesión y no hubo objetivo que no se centrara en el y lo fotografiara una y otra vez
¡todo un espectáculo fotográfico y televisivo! que ha desdibujado cualquier objetivo reivindicativo que se pretendiera.
Defendí y defiendo que el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía, es una tribuna magnífica para que cualquier acto reivindicativo tenga un gran altavoz y en ese sentido la nueva
diputada era consciente de que su imagen con pequeño en brazos sentada en su escaño sería de una potencia mediática imbatible. Se ha dicho y, es verdad, que aunque la actitud de Bescansa es inédita hasta ahora en el Congreso no lo ha sido en otras cámaras como en el
Senado donde en el año 2012, la senadora del PSC Yolanda Pineda asistió a un pleno de control al Gobierno de la Cámara Alta con su hijo de dos meses, para reivindicar el voto telepático para
senadores enfermos o con baja maternal, como era su caso. Mucho antes fue una diputada de Izquierda Unida quien dio de mamar a su hijo, en el 2009 una eurodiputada danesa llevó su a bebé al Parlamento europeo, y este gesto se repitió en 2010 por la diputada Licia Ronzulli.
La iniciativa de la diputada de Podemos ha generado controversia por lo que ha podido tener más de “postureo político” que de reivindicación. Está claro que la conciliación sigue siendo una
asignatura pendiente y además, se diga lo que se diga, tiene casi siempre nombre de mujer. Por eso pregunté enseguida si la pareja de la Diputada no podía tampoco quedarse con el pequeño o por qué no había sido él y no ella quien se lo hubiera llevado al trabajo. Me dijeron que es madre soltera y ahí quedo la cosa, pero más allá del caso puntual se dé algunas diputadas cuyos maridos si han conciliado de verdad y en su día algún ministro como Jordi Sevilla padre de tres
hijos adoptados predicó con el ejemplo. Las periodistas de mi generación que hemos cubierto información parlamentaria nos dejamos la piel, durante muchísimos años, porque se instalará una guardería en el Congreso de los Diputados, cosa que se consiguió en el 2006 pero nosotras al no ser diputadas, ni funcionarias ni personal de la casa nunca, ni tampoco ahora podemos dejar a nuestros hijos en ella aunque nuestras jornadas allí son interminables. El niño de Bescansa, si su madre quiere prescindir de
la cuidadora que la acompaña a todas partes, tiene derecho a esa guardería que por cierto es magnífica y cuesta un dineral a las arcas públicas, y ese es uno de los temas que han generado mayor controversia. Está muy bien dar visibilidad a los problemas de conciliación que tenemos las mujeres trabajadoras pero este asunto, al final, se ha convertido en una manera de seguir viendo privilegios en las clases dominantes sean de Podemos o de los que ellos antes llamaban casta.
Al día siguiente a la polémica escuché el testimonio de una mujer, barrendera de profesión, y con estudios universitarios, que se preguntaba en la radio si ella podía ir con su hijo al trabajo y pedía a la señora Bescansa que la cediera solidariamente a su “nani” y que también cuidara de su hijo, para el que no había podido conseguir una plaza en una guardería pública y tenía que dejar
en casa de unos familiares. Esta mujer hablaba de los políticos y de sus privilegios y metía a la diputada de Podemos en el mismo saco que a los demás.
Algunas expertas en temas de género y responsabilidad social ponen el acento sólo en el impacto mediático de las actuaciones de nuestras representantes políticas que, evidentemente, tiene un gran papel pedagógico en la sociedad pero la otra cara de la moneda es que al final se hablé más de los privilegios de unos frente a otros que de los derechos de todos. De hecho, las asociaciones feministas no han visto con buenos ojos el gesto. “La mayoría de las mujeres no
puede hacer eso. La cajera del Carrefour no se lleva a su hijo al trabajo. ¿Por qué no lo hacen los diputados? Querer convertir esa imagen en una reivindicación me parece una anécdota”, declaró
Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres y lo mismo han dicho desde la Federación de Mujeres Progresistas: “se traslada la imagen de que nos tenemos que llevar a los hijos al trabajo”.
Esto perpetúa la idea de que la obligación del cuidado de los hijos es de las mujeres en lugar de potenciar la imagen de corresponsabilidad entre hombres y mujeres”. Yo lo que más lamento de
todo esto es que al final la conciliación ha sido lo de menos y lo de mas el circo mediático.
-Esther Esteban-