El pacto ¿de los montes?
Creo percibir un cierto alivio generalizado ante el alejamiento de Podemos de cualquier posibilidad de acuerdo para formar un Gobierno con el Partido Socialista y con Ciudadanos. Un pacto entre Sánchez y Rivera, como el alcanzado este miércoles, puede que no sirva para lograr la investidura del primero, porque no se alcance la mayoría necesaria para ello; pero qué duda cabe de que muestra que hay voluntad política para hacer avanzar un proceso estancado: allá otros si se suman o no a este embrión de pacto, al que se llega entre vetos, errores y posiciones ciertamente egoístas.
El mayor error, a mi juicio -y creo que también a juicio de Albert Rivera- ha sido el de partida de Sánchez, negándose ‘a priori’ a pactar con el Partido Popular: ello ha disminuido la propia capacidad de negociación de los socialistas, que en ocasiones se han visto en manos de las ambiciones de Pablo Iglesias, y ha anulado las posibilidades de ir hacia un Gobierno de gran coalición ‘a tres’, una fórmula que sin duda garantizaría la salida del laberinto en el que nos han metido a los españoles nuestros representantes. Quizá, ya lo veremos, esta siga siendo la única fórmula, imposibilitada hasta ahora por el ‘no, nunca jamás’ interpuesto desde el primer momento por Pedro Sánchez contra cualquier aproximación a los ‘populares’, con o sin Rajoy a su frente.
Sin embargo, una vez dicho esto, a Sánchez hay que reconocerle el valor y la determinación derrochados en el proceso poselectoral tras el 20 de diciembre. Allí donde Mariano Rajoy se arredró al ser invitado por el Rey a afrontar la investidura, Sánchez, con pocas más posibilidades de resultar investido, se lanzó al ruedo. Como se lanzó a la aventura de enfrentarse a algunos de sus propios ‘barones’, a base de comprometerse a una consulta con la militancia de los pactos a los que llegue. En las próximas horas, el secretario general del PSOE, forzado por ese compromiso, lanzará una pregunta excesivamente genérica a los afiliados, más o menos esta: ¿aprueba los acuerdos a los que se llegue, o a los que pueda llegarse? Un referéndum sin duda peculiar en su planteamiento, es cierto, porque prácticamente lo que se pide a los militantes es un plebiscito Sánchez sí-Sánchez no.
Tengo muchas dudas de que esa cuadratura del círculo a la que Sánchez aspira, consistente en pactar a la vez con Ciudadanos, el PNV, Compromís, IU y Coalición Canaria, logrando, a la vez, la abstención de Podemos en la votación de investidura del próximo día 5 -el día 2 es imposible que logre la mayoría absoluta necesaria–, pueda salirle bien. Pero, al menos, se abre una posibilidad, que obligará al Partido Popular a mover ficha más allá de proclamar -como si fuese necesario- que ellos votarán ‘no’ a la investidura del socialista. Y el paso al frente dado por el secretario general del PSOE aceptando la invitación del jefe del Estado, y soslayando al tiempo el apoyo envenenado de Pablo Iglesias, le ha colocado al frente del acontecer político: pedalea al frente del pelotón, aunque no se sepa muy bien por qué caminos discurre la carrera.
Mientras, la iniciativa de Sánchez casi ha hundido, al menos en este cuarto de hora, las posibilidades de Rajoy para seguir en el cargo: el presidente en funciones evidencia escaso ímpetu y está atenazado para colmo, y no por su culpa, por casos de corrupción pretérita que han rebrotado precisamente ahora -coincidencia, sin duda, y no conspiración, como ha querido ver el ministro del Interior–. El presidente en funciones asegura que no tirará la toalla y que esperará al fracaso de la investidura de Sánchez para lanzarse él a la arena “si tiene los apoyos suficientes”; pero obviamente, así, tal y como están las cosas dentro del Partido Popular, en las restantes formaciones y en el clima político en general, no los tendrá.
Lamento, por lo demás, que el pacto entre Ciudadanos y el PSOE, o viceversa, se quede demasiado corto: España precisa muchas más reformas, constitucionales y no, que las delineadas en el acuerdo entre Sánchez y Rivera. Lo que han acordado es, en mi opinión, todo positivo y factible, aunque haya aspectos que, como la supresión de las diputaciones provinciales, resulten más polémicos. Pero los fallos que en el proceso poselectoral se han detectado en la Constitución, en la normativa electoral y en los reglamentos de Congreso y Senado, por ejemplo, merecerían urgentes arreglos legales. Y las posibles soluciones para garantizar apoyo a los catalanes no independentistas -que son mayoría– pienso que merecerían también unas perspectivas más ambiciosas y detalladas dentro de esas doscientas reformas, unas más concretas que otras, alineadas en el pacto PSOE-Ciudadanos. Por lo demás, parece más evidente el deseo de anular mucho de lo recorrido por el Gobierno Popular en materia laboral, educativa y social, que el de construir alternativas sólidas en esos capítulos.
Claro que esta declaración de intenciones, solemnizada en el Congreso de los Diputados por Sánchez y Rivera ante el cuadro de ‘el abrazo’ de Juan Genovés, ahora no pasa de eso: un proyecto de plan reformista que se queda algo más acá de lo que tanto PSOE como Ciudadanos ofrecían durante la campaña electoral. Y falta ver quiénes se unirán a esta plataforma de acuerdos básicos de cara a las votaciones de investidura de la próxima semana. Hoy por hoy, aunque la música y la letra sean muy aceptables, bien que acaso insuficientes, no hay mayoría bastante para que los ‘síes’ superen a los ‘noes’ en la Cámara Baja: ni el PP ni Podemos parecen dispuestos a favorecer la iniciativa del centro-centroizquierda absteniéndose en la votación, y tienen perfecto derecho a oponerse, faltaría más. Y, así, el fantasma de unas nuevas elecciones vaga por los pasillos del Congreso de los Diputados, llenos de periodistas a la espera de ver cómo va evolucionando la situación, para bien o para mal. O para todo lo contrario. ¿Habremos asistido a la primera piedra en la construcción de un Gobierno de ‘cambio’ verdadero, o estaremos ante un ‘pacto de los montes’?. Menudo lío, que diría el mejor Rajoy.
-Fernando Jáuregui-