El pueblo también se equivoca
Puede que el escaso recorrido democrático de la sociedad española, (la Constitución de 1978 es un producto recientísimo si la comparamos con otras cartas magnas occidentales) nos haga asumir sin discusión o, al menos, considerar buenas e intocables algunas ideas atribuidas al núcleo mismo de la democracia, como por ejemplo esa de que “El pueblo jamás se equivoca”, olvidando que la historia está llena de casos que demuestran lo contrario. Vayamos al ejemplo clásico: el pueblo alemán votó mayoritariamente en 1933 al Partido Nacionalsocialista que presidía un tal Adolf Hitler y no es necesario que les recuerde cómo acabó aquello.
Fijémonos ahora en las recientes elecciones municipales y en la democrática entrada a algunas alcaldías de relevancia mundial como Madrid o Barcelona de partidos nuevos que también han contado con gran e ilusionado respaldo ciudadano. Supongo que ahora es cuando alguna o alguno empezará a enojarse conmigo por comparar la llegada de los nazis con la de irrupción de esta novedosa muchachada municipal. Pues claro que no es lo mismo. A diferencia de los cafres de la esvástica, que se hicieron con el poder sin desvelar sus proyectos sobre las razas consideradas inferiores y sus métodos para hacerse con más espacio vital, estos nuevos concejales no se cortan un pelo a la hora de dar pistas.
En la toma de posesión de la nueva alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, (además de descubrir que va a crear una insólita concejalía llamada “El ciclo de la vida”) se pudo ver a un nuevo concejal cabeza rapada luciendo sus tatuajes: la cara del Ché Guevara en el antebrazo derecho, el lema “La rabia puede más que la desesperanza” en el izquierdo y la palabra “ODIO” tatuada en las falanges de la mano izquierda.
El tipo, un tal Josep Garganté i Closa, culminó su investidura pidiendo la libertad para Arnaldo Otegui, ese pedazo de etarra al que Zapatero definió como “hombre de paz”. ¿De verdad siguen pensando que el pueblo nunca se equivoca? Yo prefiero pensar que también es el único que tiene la capacidad de rectificar sus errores.
-José Fernández-