El crecimiento manda.
El Gobierno de Mariano Rajoy ha rebajado en un 3,2% el límite de gasto para 2015, hasta los 129.060 millones de euros. Recorta, pues, 4.300 millones para alcanzar el objetivo de déficit, fijado en el 4,2% del PIB para el conjunto de las Administraciones públicas y en el 2,9% para la Administración central.
¿Si baja el techo de gasto habrá más recortes? El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, dice que no, pero habrá que verlo. ¿Dónde está la clave? Digamos que hay dos claves: una pasa por suponer que si se crea más empleo bajará la partida de prestaciones por el paro y otra da por hecho un menor coste financiero de la deuda, por la rebaja de los intereses que define la prima de riesgo. Si las pensiones no deparan sorpresas, a Montoro le salen los números.
El crecimiento será determinante para el presupuesto del Estado; máxime si se pretende rebajar el límite de gasto y reducir los impuestos. Dicho en otras palabras: el Gobierno acertará si aumentan los ingresos del Estado y cumple su presupuesto de gasto con un déficit esperado de 30.959 millones de euros.
¿Hay riesgos? Alguno sí. El crecimiento es positivo pero con tasas poco elevadas, que no disipan la vuelta atrás; el paro sigue siendo una pesada losa -tanto social como presupuestaria-, y los recortes de años anteriores no desaparecen, ya que el Gobierno no tiene dinero para remediarlo ni máquina para hacerlo. Si algo falla, lo cual viene sucediendo a menudo, Montoro tira de la deuda pública, lo que explica su fuerte aumento, a pesar de los severos ajustes acometidos.
Curiosamente, Alemania, el país que inspira el modelo presupuestario español, está reduciendo su endeudamiento. Es evidente que las recetas para Alemania no servían para España, donde hubiera sido mejor aplicar las de Estados Unidos, más cíclicas. Pero eso ya es otra historia.
-José Luis Gómez-
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