Inútiles de campeonato
Nunca conseguí sacar decentemente y mis intentos de saltar la red airosamente se saldaron con sonoros batacazos. Mi único mérito en el tenis fue jugar de blanco escrupuloso, intentando no llevar esos calcetines de franjas rojas y azules tan de moda por entonces. Pues bien, si el PSOE gestionara el tenis mundial, yo podría haber llegado a disputar la final del Roland Garros sin el más mínimo problema. Y todo ello a pesar de ser un perfecto inútil con la raqueta. Fuerzo el argumento ahora que todo el mundo se deshace en elogios al excepcional tenista Rafa Nadal, después de que éste haya acreditado en París el mayor número de victorias conocidas en los grandes torneos. Sin embargo, la unanimidad reinante a la hora de aplaudir el mérito, la constancia, la competitividad y el esfuerzo en una disciplina deportiva se rompe cuando la progresía más pluscuamperfecta se indigna ante los intentos de trasladar todos esos valores al ámbito educativo. Pero si el compromiso, la constancia y la dedicación dan sus frutos sobre una pista de tenis, a ver qué problema puede haber para que esos mismos valores sean los que marquen la agenda de una reforma educativa que trata de cambiar, por ejemplo, que los éxitos de referencia de España vayan antes por lo deportivo que por lo educativo. Un modelo que suprime el cero en sus calificaciones o que hace pasar de curso a cualquier mastuerzo o mastuerza con un saco de suspensos para no generar estigma o trauma se ha revelado, como no podía ser de otro modo, como un pésimo negocio. Afortunadamente para el deporte español, los entrenadores no han dependido de los criterios políticamente correctos.
-José Fernández-
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