Igualdad ante la Justicia
La realidad ha vuelto a aullar que, además ser la Constitución papel mojado, mienten desde el rey a los políticos cuando proclaman la igualdad ante la justicia de todos los españoles.
Una vez más, y van no sé cuántas. De igualdad ante la Justicia de todos los ciudadanos, nanay del peluquín. Los políticos y personajes adláteres tienen bula y pueden hacer lo que les dé la gana. La Justicia no solamente les bendice, sino que casi les premia. Cualquier ciudadano sin fuerza política —esas influencias que dicen los cínicos que no sirven para nada ante los jueces—, hubiera sido condenado a no menos de veinte años si se hubiera apropiado, por el mismo método, de los casi cuatrocientos mil euros que el Unió metió en su saca.
Forma parte del ideario popular —de la gente, que del otro también—, que de toda obra y de todo movimiento de dineros públicos algo se queda por el camino, ya sea para financiar ilegalmente partidos, ya para favorecer el partico particular-personal de cada quien con poder. Lo corroboró aquella discusión del parlamento catalán cuando lo de El Carmel, acusándose mutuamente CiU, PSOE y tantos otros con intereses en los órganos que concedían licitaciones y tal, de sisas o comisiones del 3%, del 5%, del 8% y todo eso, y ahí no pasó nada. Lo mismo que ahora, vaya, en que los delicados fiscales y los atentos jueces, consienten que quien se apropió, quedó, robó, timó, desvió o como le quieran llamar a ese atraco a los fondos de los desempleados, haga un pacto para devolverlo —sin intereses ni nada—, y aquí todo está de perlas. ¿Harán lo mismo con el atracador del banco de la esquina, siquiera perpetre el delito sin violencia, por el método del butrón o así?… No, ¿verdad?… ¿Y entonces, qué hay de eso de la igualdad ante la Justicia?…
Ya pueden suponer que les pasará a todos esos políticos que están acusados de corrupción, dentro de diez o veinte años o lo que sea cuando salga el juicio, que para esto no hay prisas. Las cárceles, hoy, se llenan con personas de base, esos que rellenan las estadísticas para que estos mismos políticos de pilla y corre se tiren el folio de que hacen algo más que apropiarse de los haberes de los parados, los jubilatas —cuyos dineros han usado para comprar deuda— y todo eso. Quien tiene la sartén por el mango, ya se sabe que no se quema. Los huevos los ponen los demás.
No pasa nada. Siempre, en este podrido país, hemos estado acostumbrados a que los gerifaltes gocen de impunidad incluso para practicar la pedofilia —queda entre coleguis el pecadillo—, pero sería deseable que al menos no tomen continuamente por idiotas y dejen de cacarear mentiras como esas de que todos somos iguales ante la ley, etcétera. Ellos, nosotros y hasta los de Ruanda, sabemos que es mentira. Que trinquen si quieren —¿quién se lo va a impedir, visto lo visto?—, pero que no nos fuercen a aplaudirles además.
Con todo, no es la impunidad en materia penal lo que ha quedado constatado una vez más con este lío que se han montado, sino también, otra vez más, con los arranques verborréicos de sus señorías, los cuales tronaban a los cuatro vientos no sólo arengas de inocencia cual mamones, sino la seguridad de dimisión fulminante ante la menor sombra de duda de que, efectivamente, hubo trinque, robo, pillaje, afane o lo que sea, tal y como ellos mismos ahora han aceptado. Sin embargo, de dimisiones… ¡corriendito! Deberían primero volverse locos los dioses para una señoría renuncie a su sueldo maravilloso, al que sumadas dietas, pirulines y extras, hace una fortunita mensual, y todo ello sin contar con las jubilaciones, secretarias, coches blindados, chóferes, despachos y otras mandangas. Pero bueno, ¿estamos chavetas o qué?… Antes morir que perder la vida: de renuncia, nada de nada.
Y así vamos con todo. Esto, que es pequeño, es ni más menos que una mínima homotecia, un fractal, una fotocopia reducida del estado del país en su dimensión mayor, y si en los cuatrocientos mil euros pillados y bien corridos ha pasado esto, se pueden imaginar dónde y qué ha pasado con el billón y pico de la deuda que deben apoquinar, o sí o sí, los ciudadanos que no son políticos. España: sol, asco e impunidad para los políticos.
-Ángel Ruiz Cediel-
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