Gañanes, népotas y otra fauna patria
Además de una continua pérdida de derechos, contrariamente a lo que se esperaba la democracia ha asentado en el poder a toda suerte de gañanes, népotas y una soez fauna patria.
No es una cuestión de pase de modelos, sino de modales. Por fuera, buena parte de nuestro funcionariado político —ese que lleva 34 años apalancado en poder practicando la indolencia y el buen vivir—, viste como los mismos ángeles, no escatimando en modelitos y en marcas que arrancan, además de suspiros por lo fachendosos de los mismos, pellizcos muy privativos de dineros que frecuentemente caen de la parte de los gastos públicos.
Por fuera, muchos modelos y muchas marcas de modistos de relumbrón, y dentro de ellos, mucho gañán y mucha gañana a quienes les sientan como a un santo dos pistolas, sin clase alguna, sin elegancia, sin modales, y no siendo infrecuente que sean practicantes o resultado de intolerables nepotismos políticos, ya saben, hijos, yernos, cuñados, primos, esposas o lo que sea de los trincones jefes. De la formación académica y humana no hablamos, porque si ya tienen dificultades sus señorías para hacer la O con el culo de un vaso, no hablemos de esos arranques de altiva y chabacana soberbia que les caracteriza, enrojeciéndoles el semblante y echando humo por las orejas cuando alguien del pueblo raso, de la plebe, les ofende su delicada almita de dioses de chicha y nabo al no besarles el trasero.
Así, a botepronto, producen sonrojo; mirado con calma, profundo asco. Mucho Dior y Armani, mucho Balenciaga y GG, pero aunque visten como lindos dondiegos, se toman el caviar con cuchara sopera, mastican con la boca abierta, usan la servilleta de babero para salvar el trajecito de su corruptela, para ellos y ellas todos los participios para ellos son primos hermanos de bacalao y Bilbao, aunque precisamente estos son para ellos y ellas bacalado y Bilbado, y tienen excelentes modos en la manera de apalearse o infligirse genuinas puñaladas traperas en plan “Duelo a garrotazos”, que tan bien retrató don Francisco de Goya en sus “Pinturas negras”. Ya digo: bonitos modelos, horribles modales. ¡Y es que aunque la mona se vista de seda…!.
Si la cosa va más o menos, hasta son capaces de hacer desfiles de modelos incluso desde la misma Moncloa —¿recuerdan los pases de las Zapatero´s girls?—; pero si vienen mal dadas y no pueden gozar de la impunidad deseada o no les dejan trincar a modo, se revuelven y tiran de la manta, como el Diego ese que ahora quiere repartir caquita de vaquita por doquier, al modo y usanza como hizo con el ventilador Alfonso Guerra cuando lo de su hermano Juan, no sé si les da la memoria para esto.
Alcaldesas consortes de expresidentes que ponían los piececitos en las mesas cuando estaban con los mandamases guantanameros del mundo universo, expresidencillos que por tres trajes liaban la Dios es Cristo, opinadores parlamentarios que lucen en sus muñequitas “relohes” como despertadores de clowns, sindicalistas panzudos que los coleccionan en todo tipo de materiales preciosos —o que los parezcan, como los oropeles— y con muchas esferitas y agujitas, presidentillas de mucha peineta, mantilla de Manila y rosario, directoras de cervantinos institutos que se hacen las américas con sus mapas clitorianos, cochinillas que no conocen el jabón ni por Pascua Florida y hieden sus alerones como la misma corrupción que practican, o expresidentillos de mucha cuadra, pío parecer y verbo reflorido y repollero, son nada más que algunos parangones de lo que nos ha traído el nuevo orden, los adalides de estos tiempos de esquilme y liquidación del país, recortes de derechos a mogollón y soberbia institucional en plan cortijero, que al fin y al cabo es lo único que saben hacer.
Es lo que pasa cuando a los gañanes se les ponen charreteras doradas, aunque sean de porteros, o cuando a quien está acostumbrado al paño se le consiente que vista de seda. No es que hagan falta tres generaciones para aprender a llevar un frac, un esmoquin o un vestidito de marca, sino que hace falta una educación básica suficiente, y, claro, quien siempre tuvo hambre gusta de comer a dos carrillos, quien envidió siempre necesita lucir todo tipo de joyas, ajorcas y arrepapos como si fuera un equeco —dios lar tihuanaco de la abundancia, a cuya imagen se la carga con toda suerte de bienes—, y quien siempre fue humillado o ansió el poder sobre los demás, así les llevan la contraria o no les besan el culete, sufren inopinados arranques de soberbia y son capaces de usar su hígado lo mismo para satisfacer su apetito sexual jodiendo a cuarentaiocho millones de almas de un viaje, que poner a seis inspectores de Hacienda o dos docenas de policías tras las huellas de quien no besó con la pleitesía requerida su ilustrísimo culo.
Podríamos poner nombre y apellidos a este elenco de gañanes y gañanas que sin duda están en la mente de todos, pero como son tantos y chupan tanta tele, no creo que sea menester que hacer de este artículo un listín —o listón— de nuestros mandamases. Ya sea en declaraciones oficiales, en actos de gobiernos nacionales, autonómicos o locales, o ya en esas tertulias televisivas amañadas con que pretenden freírnos las meninges o hacernos tragar por ambrosías carros y carretenes, ahí los pueden encontrar en todo su esplendor, luciendo horterilmente trajes, modelos, “relohes d´ouro” y haciendo poses en plan “modelno”, que es poco más o menos igual de repulsivo que ver a la señá Eufrasia, con sus noventa primaveras, en liguero y con medias de malla.
Es lo que tenemos. Ya se sabe que para llegar a lo más alto de la política no hay que tener formación, sino desmedida crueldad y maneras de Chicago años veinte, y que sólo llega a lo más alto aquel que no ha tenido escrúpulos en comerse no solamente crudos a los niños de sus adversarios, sino a los suyos propios, lo que les convierte, así llegan a las cumbres del poder, en auténticos dioses de los infiernos. Temibles, oiga usted. Y, si se les pone chulo —lo digo por experiencia— o los critica, no es únicamente que lo van a meter en alguna de esas listas negras que oficialmente no existen, sino que van a convertir su existencia en un averno y hasta es posible que legislen jodiendo a todos, nada más que por joderle a usted. ¡Pues menudos son!.
Cada uno de estos gañanes y gañanas que han llegado al poder, desde el puesto más alto del país al alcalde más menudo, lo han hecho por lo común vistiendo prendas de paño, si es que no con una mano delante y otra detrás para tapar sus vergüenzas; pero así que han estado unos añitos, ahí los tienen, habitando mansiones que es preciso un mapa para ir al baño, vistiendo como príncipes o princesas, viviendo como si no hubieran conocido otra cosa que institutrices y algodones, masticando con la boca abierta las más deleitosas ambrosías —Beluga con cuchara sopera, ya le digo—, y comiéndose el mundo entre pan mientras legislan según el capricho de sus horcajaduras, que para eso las tienen.
Uno, claro, a la vista del despliegue que tales talentos hacen cada día, se pregunta ¿y qué esperan de ellos quienes les han votado?… Y se responde: pues Justicia únicamente para ricos, leyes para expulsar a sus antiguos iguales al arroyo amiseriando la sociedad para que no los confundan, religión, segregación de sexos, leyes pedofílicas para poder robar impunemente la inocencia perdida en otras criaturas, subidas de impuestos para que ellos puedan vivir en palacetes, comprarse “relohes d´ouro”, “mesheros d´ouro” y toda clase de arrepapos, y aberraciones por el estilo. Justito, justito, lo que tenemos, oiga usted.
-Ángel Ruiz Cediel-
Puedes seguir las respuestas de esta entrada por el RSS 2.0. Los comentarios y pings están cerrados por el momento.