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El Papa pide paz por un mundo dividido por la codicia y herido por el egoísmo

friancisco-papaEl papa Francisco ha pedido “paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas, la trata de personas y la explotación inicua de los recursos naturales”, durante su mensaje pascual después de celebrar la Misa del domingo de Pascua de la Resurrección del Señor en la Plaza de San Pedro y al terminar ha impartido la bendición Urbi et Orbi desde el balcón central de la Basílica Vaticana.

 

La celebración ha comenzado con el rito del ‘Resurrexit’, que incluye la veneración de un icono de Cristo Resucitado y el rito de la aspersión con el agua bendita en recuerdo del bautismo, como acto penitencial que introduce a la celebración de los santos misterios del Señor.

 

La proclamación del Evangelio se ha llevado a cabo sólo en latín, y no en griego también como habitualmente se hace en las solemnidades, por el deseo del Papa de simplificar la ceremonia.

 

El Papa ha celebrado sin concelebrantes, pero los cardenales diáconos que lo asistieron fueron el arcipreste de la Basílica de San Pedro, el cardenal Angelo Comastri y el cardenal Raffaele Farina. Además, el Pontífice no ha pronunciado la homilía porque después de la Misa ha dado el mensaje pascual en el cual ha solicitado Paz para Oriente Próximo, Iraq, África y Asia.

 

Así, el Papa Francisco ha pedido por la paz en Oriente Próximo “en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo”.

 

También ha solicitado la paz para que en “Iraq cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo”.

 

Además, ha rezado por la paz en África que es “escenario aún de conflictos sangrientos”, por Malí “para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad”, por Nigeria “donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas”, por el este de la República Democrática del Congo y la República Centroafricana “donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo”.

 

También, ha solicitado la paz en Asia “sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación”.

 

Así, el Papa Francisco ha solicitado por la “paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y de personas y la explotación inicua de los recursos naturales” y ha agregado: “Paz a esta tierra nuestra” para que “Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales” así como ser “custodios responsables de la creación”.

 

El Pontífice ha señalado que es una “gran alegría” al comienzo de su ministerio poder anunciar que “Cristo ha resucitado” y ha destacado que querría “llegar a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles” para llegar “sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva”.

 

En este sentido, el Papa ha remarcado “Jesús ha resucitado, hay esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia” y ha explicado que el evento de la resurrección significa que “el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en el corazón”.

 

Además, el Pontífice ha destacado que “Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad” y así “ha abierto a un futuro de esperanza” porque la Pascua es “el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria es el hombre vivo”.

 

A su vez, el Papa Francisco ha remarcado que como “Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de la vida, en la vida cotidiana” ya que el ser humano debe atravesar ‘desiertos’ también hoy.

 

En concreto, el Pontífice ha destacado que el hombre debe atravesar “sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador ha dado y da” pero ha agregado que “la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos”.

 

En este sentido, el Papa Francisco ha invitado a todos a “acoger la gracia de la Resurrección de Cristo” para dejarse “renovar por la misericordia de Dios”. “Dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz”, ha señalado. Así, el Pontífice ha pedido a Jesús resucitado transformar “la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es la paz” y ha implorado que por medio de él “la paz para el mundo entero”.

 

Bendición urbi et orbi

 

Al finalizar la Misa, el Papa ha felicitado personalmente a cada uno de los cardenales y después en el jeep ha recorrido los pasillos de la plaza de San Pedro para saludar y bendecir a los fieles que abarrotaban la Plaza de San Pedro. Después se ha trasladado a la logia central de la Basílica para impartir la bendición Urbi et Orbi. El Urbi et Orbi se imparte durante el año sólo en dos ocasiones, el domingo de Pascua y el día de Navidad, 25 de diciembre.

 

Esta bendición confiere la indulgencia plenaria bajo las causas previstas por la iglesia y los efectos se cumplen para los fieles que la reciben con fe y devoción en la Plaza de San Pedro y a todos los que la escuchan a través de los medios de comunicación.

 

El Papa ha sido asistido por el cardenal protodiácono Jean-Louis Tauran y el arcipreste de la Basílica de San Pedro, el cardenal Angelo Comastri. La decoración floral en esta festividad pascual ha sido compuesta por 40.000 flores y plantas provenientes de Holanda, por lo que se trata de la vigésima octava vez consecutiva que el domingo de pascua es adornado por flores holandesas.

 

En la Plaza de San Pedro se han creado diversos ‘jardines’ principalmente de color amarillo y blanco y en decenas de lugares se colocan arreglos de flores grandes. La ‘logia’ ha sido decorada con rosas blancas junto a orquídeas.

 

 

Mensaje Urbi et Orbi del S.S. Francisco en la Pascua de 2013

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo: ¡Feliz Pascua!

 

Es una gran alegría para mí, al comienzo de mi ministerio, poderos dar este anuncio: ¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles…

 

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno, porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena Nueva: Jesús ha resucitado, hay esperanza para ti, ya no estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido el amor, ha triunfado la misericordia. ¡Siempre triunfa la misericordia de Dios!

 

También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento (cf. Lc 24,4). ¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la muerte misma, significa que el amor de Dios puede transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas de desierto que hay en nuestro corazón. Esto lo puede hacer el amor de Dios.

 

Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender a los infiernos, al abismo de la separación de Dios, este mismo amor misericordioso ha inundado de luz el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.

 

He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida, sólo vida, y su gloria, somos nosotros, es el hombre vivo (cf. san Ireneo, Adv. haereses, 4,20,5-7).

 

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó una vez para siempre y por todos, pero el poder de la resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos secos (cf. Ez 37,1-14).

 

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer florecer la justicia y la paz.

 

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es nuestra paz, e imploremos por medio de él la paz para el mundo entero.

 

Paz para Oriente Medio, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo. Paz para Iraq, y que cese definitivamente toda violencia, y, sobre todo, para la amada Siria, para su población afectada por el conflicto y los tantos refugiados que están esperando ayuda y consuelo. ¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía, antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?

 

Paz para África, escenario aún de conflictos sangrientos. Para Malí, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad; y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados, que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el Este la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo.

 

Paz en Asia, sobre todo en la península coreana, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación.

 

Paz a todo el mundo, aún tan dividido por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herido por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia, egoísmo que continúa el tráfico de personas, la mayor esclavitud en este siglo XXI. Paz a todo el mundo, desgarrado por la violencia ligada al tráfico de drogas y la explotación inicua de los recursos naturales. Paz a esta Tierra nuestra. Que Jesús Resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodios responsables de la creación.

 

Queridos hermanos y hermanas, a todos los que me escuchan en Roma y en todo el mundo, les dirijo la invitación del Salmo: «Dad gracias al Señor porque es bueno, / porque es eterna su misericordia. / Diga la casa de Israel: / «Eterna es su misericordia» (Sal 117,1-2).

 

Saludo en español no leído

Queridos hermanos y hermanas venidos de todas las partes del mundo y reunidos en esta plaza, corazón de la cristiandad, y todos los que estáis conectados a través de los medios de comunicación, os renuevo mi felicitación: ¡Buena Pascua!

 

Llevad a vuestras familias y vuestros países el mensaje de alegría, de esperanza y de paz que cada año, en este día, se renueva con vigor.

 

Que el Señor resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, reconforte a todos, especialmente a los más débiles y necesitados. Gracias por vuestra presencia y el testimonio de vuestra fe. Un pensamiento y un agradecimiento particular por el don de las hermosas flores, que provienen de los Países Bajos. Repito a todos con afecto: Cristo resucitado guíe a todos vosotros y a la humanidad entera por sendas de justicia, de amor y de paz

 

 

 

 

Escrito por en 31 mar 2013. Archivado bajo La Ventana de la Fe, Noticias Nacionales, Última Hora.
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