Mafiosos
Todo en la vida es cuestión de proporción. Desde la relación armónica entre la medida de hombros y caderas establecida por Leonardo da Vinci a la secuencia de compases de un vals, siempre es mejor adaptarse a la pauta establecida para evitar sustos o discordancias. Y algo de eso cabe señalar en la simpática moda navideña de inmortalizar, con abrumadora vocación cartográfica, las andanzas del personal en los numerosos almuerzos y ágapes propios de estos días. Y claro, como la mies es tanta, es posible que la repetición fatigue o distraiga al encargado de agavillar las mesas pobladas de amigos y compañeros, ofreciendo en ocasiones sorprendentes resultados. Así, hace poco podía leerse en las páginas dedicadas al inventario gastronómico este titular: “Empleados de la Universidad en La Mafia”. Como esta columna tiene un indeclinable carácter de servicio público, me congratulo al tranquilizar a los familiares y amigos de los trabajadores universitarios comunicándoles que los suyos no habían sido vistos depositando cabezas de caballo en la cama de nadie o haciendo ofertas de esas que nadie puede rechazar, sino que estaban cenando plácidamente en un nuevo restaurante que tiene como evocador nombre “La Mafia se sienta a la mesa”, o algo así. Y claro, como no había espacio para tanto, se tituló de un modo que podía provocar no sólo a dudas sino quizás también miedos insuperables. Digo esto porque sería penoso que alguien se plantara en los próximos días en el despacho del Rector Magnifico queriendo besar anillos y buscar bendiciones. No creo que sea necesario llegar a tanto.