Solemnizar la pamplina
La Federación Valenciana de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales ha pedido a los tribunales que inste a la Generalitat a que promulgue una norma o ley que prohíba la canción “Maricón el que no bote” y todas sus variantes por considerarla ofensiva. Admito que no conozco en profundidad la letra o argumento del tema, pero todo apunta a que sea una melodía para oyentes poco exigentes. Del mismo modo, parece razonable admitir que en los momentos y escenarios en donde puede interpretarse o reproducirse este charanguismo verbenero no existe necesariamente una intención determinada de excluir, humillar o relegar la condición sexual de nadie. Tan sólo pasar el rato, sin más. Del mismo modo pienso que si la siguiente pieza del repertorio fuera “El vino que tiene Asunción”, parecería desproporcionado que todas las bodegueras así llamadas interpusieran acciones legales para defender su honor y evitar las acusaciones de fraude sanitario por vender vino que no es blanco, ni tinto, ni tiene color. Ya ven que vivimos en un país que no sólo ha acabado solemnizando la pamplina sino que además –y esto me parece más grave- apela con alarmante frecuencia a la vuelta de la censura y la prohibición. Y lo más gracioso es que los que más prohibiciones y cierres piden son los que luego van de más tolerantes y enrollados. Pero como la idiotez de los litigantes en muchas ocasiones no es menor a la de algunos jueces, vaya deshaciéndose de los cassettes de chistes de Arévalo que tenga por ahí, no sea que la Federación de Gangosos también denuncie y tener una cinta de chistes acabe siendo más delito que tener un saco de heroína en el armario.
En los momentos y escenarios en donde puede interpretarse o reproducirse este charanguismo verbenero no existe necesariamente una intención determinada de excluir, humillar o relegar la condición sexual de nadie