No al copago
No voy a ser yo uno de tantos demagogos que, como los “indignados”, piensan que de esta crisis vamos a salir tan sólo con pedir que la paguen otros. Al final serán los cada vez menos españolitos que tenemos la suerte de tener una nómina, los que tendremos que echarnos a nuestras espaldas las consecuencias de la política de tirar a manos llenas que José Luis Rodríguez Zapatero ha llevado a cabo los últimos años.
Teniendo claro, muy claro, lo expuesto anteriormente; lo que los españolitos de a pie no debemos permitir es que además de pagar las consecuencias de la crisis, nos tomen el pelo. Y todo parece que así es con el famoso “copago”, por la utilización de los servicios sanitarios públicos que ya pagamos con el descuento que mensualmente se nos hace en nuestras nóminas.
Que la sanidad pública pasa por dificultades de financiación, todos los sabemos, pero que quieran también que este desastre de gestión los paguemos todos nosotros es inaceptable, porque no hay que olvidar que aunque la sanidad pública sea gratuita, lo cierto es que lo es para determinados colectivos sociales y marginales, pero a los que seguimos trabajando esta sanidad nos cuenta muchos euros mensualmente.
El “copago” no es más que un eufemismo para ingresar más en las arcas del Estado. Al final los que quieren es que paguemos más por la sanidad pública los de siempre, obligándonos a pagar por algo que ya pagamos todos los meses, lo que sería un “repago” más que un copago.
Mientras la única solución que se le ocurra a la ministra de Sanidad, Leire Pajín, para intentar salvar la situación económica de nuestra sanidad sea subir más y más a los que no dejamos de contribuir mensualmente a su sostén, el sistema sanitario se irá a pique. Sencillamente porque la solución no es exprimir más a los ciudadanos con nomina, se trata de buscar otras soluciones, algunas de ellas al parecer intocables.
Mientras para estos “lumbreras” la solución tan sólo es subir más a los de siempre, se olvidan que actuaciones como la compra centralizada de medicamentos, la optimización de las instalaciones públicas, la reducción del aparato de gestión de la sanidad o un mejor control de los recursos humanos podría suponer una reducción muy significativa del déficit de la sanidad pública.
Pero tampoco hay que descartar otras actuaciones “políticamente menos correctas”. Hasta el más pequeño empresario sabe que es imposible sostener económicamente algo del que hacen uso más personas que las que los pagan, así ocurre con miles y miles de extranjeros que acuden a nuestra sanidad pública, en su mayoría sin que sus países tengan acuerdos en tal sentido con España, haciendo uso gratuitamente de unos servicios en una proporción tan grande que se hace sentir el déficit económico de nuestro sistema sanitario.
Tampoco es comprensible, aunque sea también políticamente incorrecto, que mientras otros tratamientos siguen excluidos de la salud pública y gratuita, especialmente en odontología y visión, sigamos pagando operaciones tan costosas como las de cambio de sexo.
Y por si fuera poco, no hay que olvidar que además de lo que se nos quita mensualmente de nuestro sueldo, cada vez que vamos a retirar de la farmacia algún medicamento debemos abonar el 40% de su precio y a esto hay que añadir que cada vez que llenamos el depósito de combustible se nos cobra también una cantidad para este tema. ¿Hace falta más copago?