Los parados que se “jodan”
La falta de voluntad manifiesta de unos y otros ha dado al traste con la esperanza de cinco millones de españoles que, en vano, esperaban un esfuerzo común para acabar con las trabas existentes en el mercado laboral español. Han sido cuatro meses perdidos en la lucha contra el paro. Y la culpa es de todos. En primer lugar, de un Gobierno inepto y amortizado que ha vuelto a hacer irresponsablemente dejación de sus responsabilidades para traspasar la tarea a manos de los agentes sociales sin directriz ni propuesta alguna. Y, claro, la falta de voluntad de las partes se ha vuelto a imponer y, como viene ocurriendo desde hace muchos años, las negociaciones han fracasado. La actitud de los sindicatos era totalmente previsible. Méndez y Toxo tildan de “inasumible” la reforma que proponía la CEOE, cuando lo que realmente es inasumible es la situación de los cinco millones de desempleados y, particularmente, la de los casi dos millones que ya han agotado el subsidio de desempleo. A los sindicatos parece importarles un pepino una situación por la que no muestran la más mínima preocupación. Ellos están a lo suyo, es decir, a mantener un sistema heredado del franquismo que les permite vivir rapiñando del presupuesto que pagamos entre todos los españoles.
El argumento falaz no es otro que los mal llamados “derechos sociales” y que, en realidad, no es otra cosa que una legislación inoperante y obsoleta, que se traduce, por desgracia, en un paro del 20,7% y una bolsa de economía sumergida que ya supone el 24% del PIB y que sitúa a España en el puesto 157 de las 183 economías mundiales en lo que hace referencia al bienestar.
La firma de una reducción de los privilegios es, como se ha podido comprobar, un sacrificio demasiado grande para unos sindicatos que, como CC OO y UGT, jamás iban a ceder cuotas de poder en aras a unas mejores perspectivas del resto de los españoles. El mayor problema de nuestra legislación, como se ha demostrado en otros países de nuestro entorno, son los convenios colectivos. Unos corsés que obligan a empresas muy diferentes y de muy distintos tamaños a gestionar su personal del mismo modo, sin la flexibilidad necesaria para sobrevivir en el mercado, y más en épocas críticas como la que estamos viviendo en la actualidad.
Los puntos clave en las negociaciones que ahora han roto patronal y sindicatos eran principalmente dos: la posibilidad de que las compañías se descuelguen del convenio de acuerdo con su comité de empresa y la extinción de los convenios cuando expire su plazo de vigencia. El primero permitiría a las empresas, especialmente a las pymes, funcionar a su aire sin la intervención de los agentes del mercado laboral –CEOE, CC OO y UGT– y rebajar la posición de poder que han tenido hasta la fecha los sindicatos en el marco de la negociación colectiva.
Ahora, tras la ruptura de las negociaciones, es el Gobierno el que tiene la pelota en su tejado y debe instrumentar unas reglas del juego que permitan desmantelar la negociación colectiva para que los salarios y las condiciones laborales de los parados se adapten a la realidad actual. Si no se produce el ajuste, no habrá oportunidades de negocio, y sin estas ni habrá empleo ni crecimiento para poder encontrar las válvulas de escape de la crisis. ¿Y qué hará Europa? Todo menos dejar que Zapatero le vuelva a tomar el pelo. La cuestión no es baladí y el reto es trascendental, pero los antecedentes del Gobierno, por desgracia para los cinco millones de parados, no permiten albergar demasiadas esperanzas en la reforma que Zapatero nos anunciará el próximo 10 de junio.