En estado de “shock”.
La cúpula del PSOE está en estado de “shock”. Sus dirigentes se debaten entre la incredulidad y el desconcierto. No es para menos. El partido acaba de sufrir el mayor descalabro electoral de su historia reciente. No hay que devanarse los sesos a la hora de establecer las causas de la derrota. La explicación es muy sencilla: la debacle ha sido el resultado del hartazgo de la gente; hartazgo de Zapatero y del zapaterismo, entendiendo por tal la deriva ideológica que durante estos últimos años añadió al PSOE perfiles radicales extraños a su matriz socialdemócrata tradicional. Visto que han perdido 1.500.000 votos, ¿qué puede hacer ahora el partido para tratar de aminorar daños y reconstruir los puentes destruidos con una parte considerable de sus electores?
Sobre este aspecto de la cuestión circulan por las alturas socialistas dos especies contradictorias. Hay quien dice que lo que tendría que hacer Zapatero es facilitar la elección de su sucesor y para ello la hoja de ruta sería: llamar a un congreso extraordinario, resignar el cargo de secretario general y convocar elecciones en otoño. En ese escenario, la figura de Alfredo Pérez Rubalcaba se perfilaría como un candidato de consenso, circunstancia que haría innecesaria la celebración de elecciones primarias. La otra idea es más drástica. Puesto que Zapatero y los próceres socialistas que le han respaldado de manera acrítica han llevado al partido al descalabro -quemando a toda una generación de dirigentes- lo que la militancia de base espera es que se vayan todos y dejen paso a una nueva promoción. El camino para llegar a ese punto, pasaría, también, por un congreso, que en este caso sería tan extraordinario como catártico.
Escuchando a unos y a otros se llega a la conclusión de que va a imponerse la primera línea de pensamiento. Lo que podríamos llamar “la solución Rubalcaba”. Parece que, de momento, es la que cuenta con más respaldo en el partido. Rubalcaba como mal menor para reducir en lo posible los daños y efectos políticos colaterales que aparejará la que, por otra parte, dan por segura victoria del PP en las próximas elecciones. Está claro que el PSOE necesita tiempo para reorganizarse, lamer las heridas de la derrota y elegir nuevos líderes. Lo que ya no está tan claro -a pesar de la recomendación del banquero Emilio Botín, otro de los derrotados, por cierto en estas elecciones- es que sea tanto tiempo como lo que resta de legislatura.
Desde luego, no ha sido ése el inequívoco mensaje de cambio emitido por las urnas de mayo.
Charly.
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