El premio
Que vivimos en un país de diván de psiquiatra no es ya noticia para nadie, como prueba la noticia de la concesión, por parte del Gobierno Vasco, de un premio literario a un terrorista en búsqueda y captura. Por pintoresco que parezca, el preso de ETA huido de la cárcel desde 1985, Joseba Sarrionaindia, ha sido el ganador del Premio Literario Euskadi 2011. Un creativo de las letras y de la dinamita. Por mucho que las autoridades vascas anuncien su intención de retener los 18.000 euros de premio hasta que el individuo regularice su situación legal (ya se puede ir sentando cómodamente este jurado de lumbreras) no me digan que esto sólo puede pasar en España. En el mismo país en donde resultaría imposible la concesión de cualquier galardón a un tipo insumiso al discurso oficial de “todosytodaspuntocom” y de lo políticamente correcto, los asesinos pueden ser premiados por sus escritos. Puede que algún pluscuamperfecto salga ahora ponderando la calidad literaria de este filósofo de la parabellum, pero hay circunstancias y hechos que están por encima de cualquier capacidad artística. No llegaré al extremo de Theodor Adorno, cuando dijo eso que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie, pero no sé qué puede tener de destacable o enaltecedor la prosa de un tipo que, antes que la máquina de escribir, aprendió a usar la metralleta. Sólo puede haber algo peor que el disparate formal de este premio: que en realidad todo esto forme parte de un proceso de “normalización” diseñado para favorecer determinados pronunciamientos de los colegas del premiado. Eso sí que sería de premio. Y de los gordos.
No No sé qué puede tener de destacable o enaltecedor la prosa de un tipo que, antes que la máquina de escribir, aprendió a usar la metralleta