Cara factura para España y el PSOE
Zapatero excusaba su pasividad ante el colapso, alegando que admitió la crisis en septiembre de 2008, cuando la caída de Lehman Brothers constituyó la primera alarma seria. Falso. Medio año antes, en el debate televisivo Pizarro-Solbes, el candidato popular dejó bien claro que si no se hacían reformas quirúrgicas la economía se iría al garete. Pero media España se rió del aguafiestas y este perdió el debate de acuerdo con el axioma del show bussines: lo importante no es tener razón sino dar bien en la tele. La que salió perdiendo fue España, ya que la cigarra de La Moncloa desperdició un tiempo precioso. Europa le impuso luego, a la fuerza, lo que su interesada miopía no había querido ver: en mayo de 2010 el mayor recorte de los derechos sociales de la democracia, y en agosto de 2011, el déficit cero presupuestario, reforma constitucional mediante. El miedo de Zapatero a ser impopular nos ha hecho pagar a los españoles una astronómica factura. Lo indignante es que Zapatero tuvo margen y lo desperdició miserablemente. Basta calcular la reducción del déficit que hubiera supuesto la reforma laboral gracias al ahorro de decenas de miles de euros de subsidio de desempleo; o lo que habríamos ahorrado si Zapatero no hubiera tirado con pólvora de rey en la reforma de la financiación autonómica de 2009 (en plena crisis que supuso untar a las autonomías a cuenta de unos supuestos ingresos futuros… que nunca llegaron; o el dinero que no habríamos tirado sin el contraproducente Plan E y que hubiera supuesto un ahorro ocho veces superior al de la supresión de las diputaciones que propone Rubalcaba; o las sumas que han derrochado las Administraciones autónomas en duplicidades inútiles; por no hablar del despilfarro de las subvenciones a lobbies ideológicos, tiranuelos internacionales varios o a las más pintorescas y discutibles causas.
Después ZP ha tenido que ir rectificando, llevado de la oreja por potencias extranjeras, haciendo ceder jirones de soberanía a España y señas de identidad ideológicas al PSOE. El líder socialista que iba a salvar a la formación en el Congreso del 2000, la está desfigurando (¿no fue un tal Zapatero quien dijo que “la salida de la crisis será social o no será”?), y la está sumiendo en el ridículo (Alfredo tragándose sus chanzas contra Rajoy por proponer el techo de gasto mediante reforma constitucional).
Felipe González proclamaba la buena nueva del pragmatismo: “Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones”. La tragicomedia de Zapatero es que el PSOE de la crisis ni lo uno ni lo otro: no sólo renuncia a sus principios sino que ni siquiera es eficaz. Su harakiri ideológico es completamente vano, porque llega tarde y no sirve para nada. Lo cual está provocando la deserción de conspicuos socialistas, que se avergüenzan de Zapatero. Desde Guerra a Chaves, pasando por Bono, Borrell o el ex líder de CC OO, Antonio Gutiérrez. Lo patético del caso es que no está claro si lo hacen por el rechazo que les provoca la incoherencia de un proyecto marcado por los bandazos o más bien por temor a que les salpique el batacazo en las urnas. El caso de Salgado, que dice que si Rubalcaba gana puede ficharla como ministra, no ofrece dudas: si es para tocar poder pueden contar con ella, pero que se olviden si es para inmolarse en las elecciones. ¿Y esta ha sido la número dos de Zapatero en el Gobierno?
Al PP se le pueden reprochar muchas cosas, pero su electorado tiene claro que siempre ha sostenido las mismas recetas en materia económica y que no le pueden acusar de incoherencia. Ni color con el PSOE.
-La Gaceta-