Amanerados
No puedo resistirme a la tentación de participar en el animado debate sobre el minúsculo desencuentro epistolar entre el director del Instituto de Estudios Almerienses y un veterano periodista para decir que, en mi opinión, nos estamos amanerando. Pero un montón, oyes. Desconozco las razones que han llevado a la Asociación de la Prensa a anunciar la ruptura de relaciones con el Instituto por este limitado encontronazo de opiniones publicadas, pero creo que ha prevalecido la tentación de la sobreactuación, puesto que si por tres columnas mal cruzadas se piden destituciones y se anuncia la finalización de convenios, apañados estamos. Vamos, que es como sacar tarjeta roja a un jugador por mirar torvamente a otro. Por eso digo que estamos blandeando, porque las polémicas y los cruces de artículos impresos en estricnina han sido algo no sólo frecuente, sino una tradición saludable. Suerte ha tenido el director del IEA de que ilustres miembros de su instituto -y creo que hasta de la Asociación de la Prensa- no hayan repartido por la calle fotocopias de algún artículo suyo, denunciándolo como políticamente incorrecto. O que se organicen en su contra campañas por internet exigiendo la aplicación del código penal de Gengis Khan por haberse atrevido a llamar guarrindignados a quienes manifestaban su indignación acampados entre cartones y efluvios. Eso me ha pasado a mí y no recuerdo, ni hubiera deseado, que nadie se solidarizase conmigo poniéndose farruco. Así que dejemos que las palabras y el tiempo diriman las diferencias entre los diferentes. Y si la cosa va a más, aplíquense las reglas del Marqués de Queensberry, y punto. De sutura, claro.
Dejemos que las palabras y el tiempo diriman las diferencias entre los diferentes. Y si la cosa va a más, aplíquense las reglas del Marqués de Queensberry, y punto