Con Melilla y con España
El penoso devenir de la política exterior de Zapatero está atravesando estos días en la vecina ciudad de Melilla uno de sus episodios más lamentables. Una vez más, los españoles asistimos atónitos al bochornoso espectáculo de un presidente ausente, atemorizado e irresolutivo, plegado a los caprichos y presiones de un Gobierno tan poco dado al rigor y la ejemplaridad del juego limpio, como es el gobierno de Marruecos. Es evidente que las autoridades del país vecino están permitiendo sin ningún tipo de ocultación la agitación y la elevación artificial de la tensión en la frontera melillense, permitiendo la presión y el insulto de un grupo de exaltados que se comportan con la aparente disciplina de una estrategia establecida desde otras esferas de mayor rango. Ante este evidente desatino que está causando problemas de abastecimiento y de malestar entre nuestros vecinos de Melilla, la reacción más contundente del Gobierno de Zapatero ha sido, significativamente, cargar contra el Partido Popular por haber dicho alto y claro lo que ningún miembro del Gobierno ha querido o sabido decir: que Marruecos está dispuesta a seguir un camino de hechos consumados cuyo nivel de agresión va a seguir aumentando hasta que España decida plantarse y defender tanto sus fronteras como la economía y la libertad de sus ciudadanos en Ceuta y Melilla. Pero eso lo ha ido a decir, y precisamente en Melilla, el Partido Popular y no el Gobierno, que parece estar más preocupado por atacar al principal partido de la oposición que por ejercitar el papel que le corresponde como garante de la soberanía e intereses de las ciudades españolas de Melilla y Ceuta.
Como español, pero de un modo muy especial como almeriense, quiero mandar desde estas líneas un fuerte abrazo de solidaridad, afecto y respeto a los ciudadanos de Melilla, con los que tantos lazos de estrecha amistad y cercanía nos unen. A ellos quiero trasladar el mensaje de que el Partido Popular ha tenido y tiene muy claro que Melilla y Ceuta son ciudades de España desde mucho antes de que existiera el reino de Marruecos y que, por tanto, no es posible especular, aventurar o fantasear con otro horizonte que no sea la indeclinable españolidad de ambas plazas. A partir de ahí, me gustaría decir que ir a Melilla a apoyar a los melillenses no es una deslealtad. Sin embargo, lo que resulta absolutamente desleal es el estado de desidia que el gobierno socialista ha estado manteniendo con estas dos ciudades, permitiendo, consintiendo y mirando hacia otro lado cuando las autoridades marroquíes han querido o intentado tensar la cuerda de una convivencia que, necesariamente, ha de resultar armónica y enriquecedora por el bien de todos. Los complejos de la izquierda han llevado a identificar la firmeza y la determinación con el autoritarismo más rancio. Este error es el responsable de que hayan podido producirse situaciones que no habrían llegado a darse si los instigadores marroquíes hubieran tenido la certeza de que la respuesta del Gobierno español ante la provocación, el insulto o la amenaza hubiera sido otra. Me pregunto, al igual que se preguntarán muchos, cómo se hubiera resuelto la llamada “crisis de Perejil” si el encargado de conducir la respuesta española hubiera sido el actual presidente Zapatero.
En todo caso, es necesario que entre todos se haga un esfuerzo por imponer la prudencia, el sosiego y el buen sentido para evitar que en el futuro se sigan produciendo estas “tomas de temperatura” por parte de las autoridades marroquíes, porque la convivencia y el entendimiento son valores que debemos fomentar en estas dos ciudades españolas, porque entendemos que ésa es la forma de que las comunidades allí instaladas prosperen y progresen de un modo razonable. A nadie beneficia esta innecesaria escalada de tensión, que en mi opinión no habría llegado siquiera a producirse si al frente del Gobierno de España estuviera el Partido Popular.
Javier Aureliano García, Secretario General del PP de Almería
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